El registro fósil de las plantas tiene la "mala costumbre" de no conservarse enteras, es decir que estructuras reproductivas (semillas, flores) o somáticas (ramas, hojas) tienden a separarse del resto de la planta, por lo que al momento de conservarse no lo hacen de manera completa en el sedimento y por lo tanto no es sencilla la tarea de relacionar los organismos con sus partes.

 

Es de reconocer el trabajo de los paleobotánicos que se dedican a la reconstrucción de los organismos, pues el registro fósil muestra estructuras muy parecidas a taxones actuales pero a su vez estructuras lo suficientemente distintas como para decir que pertenecen a otro taxón. Para darle sentido a lo encontrado a través de los años, es más que necesario imaginar en las diferentes situaciones e interacciones que se pudieron dar en el momento que dichos organismos estaban vivos, y a su vez poder demostrar que fue algo posible en el pasado.

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En México se ha hecho un enorme esfuerzo por identificar cada uno de estos materiales fósiles, siendo uno de los países que cuenta con un gran repertorio de organismos fósiles de plantas, existentes en distintas localidades como El Chango (Chiapas) o Carboca (Sonora), desde seres del Paleozoico pasando por el Mesozoico y finalmente lo más resiente en el Cenozoico.